Ilusión, alegría, expectación, nostalgia, deseo… Las caras del público la pasada noche en Sala Rem eran un compendio de emociones juveniles sobre un lienzo en el que ya se han secado las cicatrices de sus años de pubertad. La música no tiene edad, ¿os acordáis de un tema llamado Camaro’s Gang de un tal Ali Shuffle? Yo tampoco. Dentro de 40 años ‘Lo que quieras oír’ seguirá siendo una obra maestra y el tal Ali Shuffle celebrará que un día fue número 1 de los 40 principales en 1984 sin que nadie – o casi nadie- pueda recordar que existió.
Hay bandas que tienen un serio problema a la hora de llegar al público, el no tener un repertorio de temas reconocibles es uno de los mayores y a ojos de los no iniciados Pistones podría sufrirlo pero nada más lejos de la realidad, si bien ellos nunca gozaron de un reconocimiento público tan abrumador como algún contemporáneo, –Radio Futura, Nacha Pop, Secretos u Hombres G– que eran fenómenos de masas trasversales incluso a sus propias filas, ellos contaron con gran visibilidad en sus canciones sin estar apadrinado por ningún estilo concreto. Los 80 fueron una década extraña, si bien externamente las tribus eran compartimentos estanco, interiormente había un eclecticismo que te llevaba a escuchar a Golpes bajo o Siniestro total sin el menor pudor. Pistones fue una banda que bebiendo de contemporáneos como los Ramones, logró colar algunas canciones en las listas como los 40 principales con un sonido Pop y algo de lo que empezaba a ser tendencia en la música británica. El Pistolero, Persecución o Metadona fueron temas que tuvieron gran repercusión mediática y el pasado miércoles la Sala Rem tuvo la oportunidad de recuperarlas, con un público totalmente entregado la banda madrileña saltó al escenario de la mano de “Nadie” y desde ese momento Ricardo Chirinos, Ambite y sus nuevos compañeros se metieron a todos en los bolsillos, dio igual que algunos de sus temas sufrieran ligeras modificaciones buscando un sonido más rockero en directo, dio igual que algunos de los hits sonaran a mitad del concierto, dio igual que para muchos la actuación se nos hiciera cortísima, lo realmente cierto es que se produjo una fusión entre una banda en estado de gracia y un público totalmente entregado, una unión que llegó a su zenit cuando en los bises, tras sonar esa maravillosa ‘Los Ramones’ –que es un perfecto retrato de aquellos años de juventud donde nos reuníamos junto a un radiocasete para escuchar e intercambiar cintas- la banda dejó que fuera el público el que cantara de nuevo ‘Metadona’ logrando con ello que los ya talluditos asistentes celebraran la pagana confirmación de esa música con la que hicieron su primera comunión melódica en los 80. Una confirmación que me hizo ver que algunos sujetábamos nuestras carpetas llenas de fotos mientras en nuestro rostro las canas se hacían hueco en las barbas.

Larga vida a Los Pistones, Larga vida a los 80. Pase lo que pase muchos seremos ‘El último admirador’ de la banda madrileña.